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Tecnología para la agricultura

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Descubre por qué la adopción de tecnologías digitales en el sector agrícola puede dar un crecimiento de 240 millones de dólares en los cultivos, optimizando su producción.

La Agricultura 4.0 es el resultado de la evolución de la ciberagricultura en la que se introdujo el análisis de big data, la comunicación móvil y los servicios de la nube. Se trata de la fusión de las necesidades del agricultor con los avances más sofisticados de la tecnología, de esa forma se aprovecha el potencial de la información que arroja el campo para cambiar la forma de producción de los sistemas alimentarios con el objetivo de solucionar tres problemáticas fundamentales:

  • Cambios globales en las condiciones de producción
  • Aumento de la población
  • Pérdidas y desperdicios

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), reconoce a la ciberagricultura como un facilitador mediante el mejoramiento de los procesos de información y comunicación. De ahí, la importancia de comprender y aplicar las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el ámbito agrícola. La adopción de tecnologías digitales en el sector agrícola ha aumentado a un ritmo acelerado, sobre todo en la categoría de “agricultura de precisión”. Esta metodología se desarrolla con base en programas y datos para gestionar y optimizar la producción de cultivos. Se apoya de muestreo de suelo, de tierra, agua, monitores de rendimiento, mapas, sistemas de guía con GPS, imágenes satelitales, drones, sensores, computadoras con acceso a internet y software especializado. La aplicación de esta tecnología en la agricultura tiene el objetivo de fomentar el desarrollo de capacidades para renovar las tareas del campo y su rentabilidad.

Un informe publicado por Goldman Sachs destaca que los rendimientos del campo pueden incrementarse en más de 70% con la extensión de la tecnología para gestionar las granjas. Esto se traduce en un crecimiento de 240 mil millones de dólares en el valor global de los cultivos.

FUENTE: Goldman Sachs

La revolución digital en el campo ya empezó y su desarrollo se sostiene en sistemas de decisiones autónomos, que brinden la información exacta al productor, y en las operaciones sin personal. Todo esto, con base en el avance de la robótica y la inteligencia artificial, la cual se ha convertido en el fundamento de la agricultura 5.0.

Actualidad del sector agropecuario

Un 73% del territorio mexicano, 145 millones de hectáreas, se dedican a la actividad agropecuaria, de acuerdo con datos de la FAO. De dicha cantidad, 30 millones de hectáreas son tierras de cultivo. La actividad agrícola nacional representa apenas 4% del Producto Interno Bruto (PIB), pese a ello, casi la totalidad de la producción de alimentos para el país se origina en este sector. Durante el año 2018, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), la producción agrícola, pecuaria y pesquera en México tuvo un comportamiento desfavorable. El volumen obtenido presentó un decremento de 114 mil 560 toneladas, respecto a lo conseguido en 2017.

La región más productiva del país fue la del Centro Occidente, que comprende los estados de Jalisco, San Luis Potosí, Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Querétaro y Michoacán que concentraron la producción de 84.2 millones de toneladas de alimento. En el resto del país la distribución fue:

  • Noroeste: 35.5 millones de toneladas
  • Centro: 36.6 millones de toneladas
  • Noreste: 55 millones de toneladas
  • Sur sureste: 74.5 millones de toneladas

En las aportaciones, el subsector agrícola representa el mayor porcentaje en volumen, pero el pecuario es el que proporciona mayor valor monetario.

Fuente: SIAP

En 2018 los mexicanos sembraron 21 millones 147 mil hectáreas agrícolas en las que se cosecharon 262 millones 138 mil toneladas. Esto representado en un valor monetario se tradujo en 587 mil 233 millones de pesos en 2017, contra 634 mil 955 millones de pesos en 2018. Si bien hubo una disminución en volumen (-3%), en valor, la variación 2017-2018 fue positiva (8.1%). El decremento en el subsector agrícola fue resultado de una menor producción de caña de azúcar y granos. Por otro lado, destaca el volumen obtenido en los forrajes de avena, maíz, alfalfa y sorgo, que presentaron un aumento en el momento de la cosecha. De la producción agrícola 2018, los grupos que más valor aportaron fueron los de los granos y las frutas con 27.6% y 27% respectivamente. Le siguen las hortalizas, con 18.1%; los industriales, 12.7%, y por último los forrajes, 9.7%.

La producción pecuaria alcanzó 21 millones 726 mil toneladas en 2018, es decir, 619 mil toneladas adicionales a las del año previo. En cuanto a su valor, pasó de 423 mil 65 millones de pesos en 2017, a 451 mil 716 millones de pesos en 2018. El grupo de la carne fue el que hizo el mayor aporte, con 69.9%, mientras que el de la leche fue el de mayor volumen, 54.4%. La producción pesquera nacional tuvo un crecimiento en 2018 como resultado de una mayor pesca de macarela, anchoveta, almeja, atún y pulpo. Sinaloa, Sonora y Baja California Sur fueron los estados con mayores incrementos en el volumen anual. En cuanto al valor, superó los 39 mil 781 millones de pesos de 2017 alcanzando 42 mil 614 millones de pesos.

A pesar de este comportamiento, el comercio exterior agroalimentario tuvo buenos resultados. La balanza comercial reportó un superávit de 5 mil 840 millones de dólares, considerado el mejor crecimiento desde 1995. El saldo en 2018 se incrementó 10.9% (572 millones de dólares), respecto al del año previo, debido al aumento de las exportaciones en 5.6%, equivalentes a mil 816 millones de dólares. Las mercancías que más contribuyen por sus saldos positivos son:

  • Agroindustriales: Cerveza de malta, tequila y mezcal, productos de panadería, confitería sin cacao, azúcar, hortalizas cocidas, jugo de naranja congelado, chocolatería.
  • Agrícolas: Aguacate, jitomate, pimiento, pepino, frambuesa, almendras, nueces, pistaches, guayaba, mango, melón, sandía y papaya.
  • Pecuario: ganado bovino en pie y miel.
  • Pesquero: camarón congelado, pescado fresco y moluscos.

De estos productos, los agroindustriales aportaron 9 mil 278 millones de dólares, los agrícolas 7 mil 927, los pecuarios 839 millones y los pesqueros 657 millones. La balanza de bienes agrícolas reportó un superávit de 3 mil 71 millones de dólares, gracias a que las exportaciones fueron 27.9% mayores a las importaciones, mientras que en el caso de bienes agroindustriales, el superávit fue de 2 mil 794 millones de dólares.

Retos que enfrentan los agricultores

No existen estimaciones precisas de desperdicios en el sistema alimentario. Sin embargo, la FAO afirma que cada año se pierden o desperdician alrededor de 670 millones de toneladas de alimentos en los países de altos ingresos, y 630 millones de toneladas en los países de ingresos bajos y medianos.Lo anterior da un total de mil 300 millones de toneladas, equivalentes a un tercio de los alimentos originalmente destinados para el consumo humano. Esto se traduce en pérdidas económicas para los agricultores y precios más altos para consumidores. Esto afecta la seguridad alimentaria, pues ocasiona que los alimentos sean menos accesibles para los grupos más vulnerables. Implementar programas para reducir las pérdidas y el desperdicio, aumentaría el suministro de alimentos disponibles y fortalecería la seguridad alimentaria mundial. Estos dos factores también frenan la transición a sistemas alimentarios sostenibles, pues representan un desperdicio de tierra, agua, energía e insumos agrícolas, y provocan la emisión de millones de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI).

En 2010 las emisiones del sector agrícola se estimaron en 10 gigatoneladas de dióxido de carbono, es decir, 21% del total de emisiones de los GEI. Por eso en el Acuerdo de París firmado en 2015, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) estableció como prioridad el acabar con el hambre y las vulnerabilidades de los sistemas de producción de alimentos a causa de los efectos adversos del cambio climático.

Hay estudios que indican que la agricultura aporta la mayor parte del metano global y nitroso. Por otro lado, casi la totalidad de las emisiones de metano son producidas durante los procesos digestivos de los animales rumiantes y por el cultivo del arroz, sin contar que las emisiones de óxido nitroso se originan principalmente por la aplicación de fertilizantes a base de nitrógeno y el manejo de estiércol. La FAO indica que en los últimos 50 años las emisiones de GEI resultantes de la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra casi se han duplicado y el escenario a futuro no es más alentador, pues considera que para 2050 el aumento continúe. De ahí, que mitigar el cambio climático en la agricultura implique el cambio a prácticas que aumenten la producción de alimentos y al mismo tiempo, reducir las emisiones de GEI.

El cambio climático representa un problema para el sistema de producción de alimentos porque aumentan las variables de las precipitaciones. En consecuencia, incrementa la frecuencia de sequías e inundaciones y, con esto, se reducen los rendimientos en general en el sector agrícola. A esto se suma que el cambio en la temperatura supera los niveles específicos que necesitan algunos cultivos y hacen necesario el uso de modelos climáticos para no perder la cantidad y calidad de los rendimientos proyectados en años anteriores. A la amenaza de las temperaturas más altas hay que agregar el reto del suministro de agua. La escasez del líquido tiene un impacto no sólo para el agro, sino para la salud de los animales que verán reducido el abasto y calidad de sus forrajes, y por lo tanto, una baja en la inocuidad de los productos cárnicos. Comprometer el agua también implica comprometer la higiene y aumentar la incidencia de enfermedades. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que entre 2030 y 2050 el cambio climático causará una 48 mil muertes adicionales por año. Además, existen evidencias de que el calentamiento global ya afectó la distribución de algunas especies de peces llegando incluso a causar extinciones locales. No solo las especies marinas corren riesgos, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) proyectó un aumento de temperatura de 1 o 2 °C, asegurando que habrá especies de cultivos que no serán capaces de adaptarse lo suficientemente rápido a esta variación. En consecuencia se interrumpirán relaciones entre especies que cumplen importantes tareas para el equilibrio del ecosistema agroecológico, como la polinización o el control de plagas por depredadores naturales. Al respecto también existe la posibilidad de que plagas y enfermedades de plantas y animales surjan en áreas donde antes eran desconocidas.Con todo esto la disponibilidad de calorías per cápita en todo el mundo se verá disminuida, impactando en los índices de desnutrición sobre todo en países de ingresos bajos y medios. La calidad de los alimentos también se afectará porque se ha encontrado que, bajo condiciones de niveles elevados de dióxido de carbono, las concentraciones de minerales en algunos cultivos (por ejemplo, trigo, arroz y soja) pueden ser 8% más bajos que en un ambiente normal. Las concentraciones de proteínas también pueden bajar, mientras que las de carbohidratos se elevan.

Por eso, el desarrollo de programas específicos y la adopción de prácticas sostenibles por parte de los agricultores del presente es crucial para mitigar el cambio climático. Pero la adaptación debe aplicarse no solo a la producción de alimentos, sino también a otras etapas de la cadena alimentaria.

Cómo superar los desafíos de la agricultura

La FAO espera que los impactos del cambio climático sean más adversos en países de ingresos bajos y medianos, donde millones de personas dependen de la agricultura y sus poblaciones son más vulnerables a la inseguridad alimentaria. Por lo tanto, para fomentar la adopción de nuevas prácticas, también es necesario hacer cambios en infraestructura, extensión, información climática, acceso a créditos y mejoramiento de condiciones sociales que son comunes en las zonas rurales. Por ejemplo, las mujeres en la agricultura representan más de la mitad de la fuerza laboral agrícola en algunos países subdesarrollados y desempeñan un papel crucial en la gestión de los recursos naturales. Determinadas por el género, tienen una carga en el campo cada vez más pesada, que aumenta a consecuencia de la migración masculina, sin contar con que están sistemáticamente en desventaja por tener menos derechos a la propiedad de la tierra y más responsabilidades domésticas. Los agricultores, pastores y pescadores en general, no siempre tienen los activos necesarios para realizar cambios significativos en sus métodos de producción. Para superar todas las barreras a las que se enfrentan, necesitan sistemas efectivos de protección social y apoyos económicos.

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) ayudan a los productores a crear modelos de alerta temprana, gracias a que estudian los efectos en el plano mundial y regional a través de la investigación que resulta de los datos obtenidos del campo. Asimismo, facilitan la creación de simuladores y vinculan la información en tiempo real para la mitigación de riesgos en regiones geográficamente alejadas pero, con características similares. Por eso, la ciberagricultura proporciona soluciones, plataformas y aplicaciones para aumentar la producción, cuidar los recursos naturales, mejorar la inclusión en el mercado, la nutrición, la gestión de la pérdida y el desperdicio de alimentos, la inocuidad de los mismos y la trazabilidad a lo largo de la cadena de valor.

El avance tecnológico en la agricultura promueve la eficiencia y la inclusión financiera y económica a lo largo de los sistemas agrícolas y alimentarios sostenibles. Las tareas reducen su costo y los servicios llegan a más personas. La digitalización brinda oportunidades para aumentar la eficiencia en la integración del comercio electrónico transfronterizo abriendo la participación de los agricultores al mercado global.

Agronegocios, la mejor inversión

La inversión en agronegocios es uno de los medios más efectivos de estimular el crecimiento económico y reducir la pobreza, especialmente en países con un bajo nivel de desarrollo. También es esencial para acabar con el hambre y la desnutrición en todas sus dimensiones porque aumenta la producción de alimentos para satisfacer la creciente demanda, mejorando el acceso para las personas vulnerables y estabilizando los mercados para que los precios sean asequibles a los consumidores. Para los miembros de la ONU, la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible requiere un enfoque de inversión integral, que movilice las finanzas públicas, establezca políticas públicas apropiadas y marcos regulatorios y genere incentivos por cambios en los patrones de consumo, producción e inversión y protección de recursos naturales.

En el panorama del financiamiento para el desarrollo de la agricultura, existen opciones tales como nuevos bancos de desarrollo, el sector privado, fundaciones, organizaciones no gubernamentales y fondos especializados. Este financiamiento en el sector agrícola sirve para la inversión en el uso de las TIC, las cuales, según la FAO, contribuyen a las cadenas de valor agrícola en la gestión del sistema de producción, para los servicios de acceso al mercado y para la inclusión financiera en las transferencias, los pagos, los créditos, los ahorros o los seguros.

La financiación adecuada es el eje del éxito de la Agenda 2030, así lo aseguran los especialistas de la FAO y la ONU en la Agenda de Acción de Addis Abeba firmada en 2015 y respaldada por 193 países en la Tercera Conferencia Internacional de Financiamiento para Desarrollo, llevada a cabo en julio de ese mismo año. Esta Agenda Addis busca abordar una gama de aspectos económicos, sociales y desafíos ambientales e identifica áreas prioritarias para la movilización de recursos públicos y privados en apoyo de los planes nacionales de desarrollo. Los compromisos incluyen tomar medidas para combatir el hambre y la desnutrición, apoyar a la agricultura sostenible, incluida la silvicultura, la pesca y el pastoralismo. También, se compromete a fortalecer los esfuerzos para mejorar la alimentación, seguridad y nutrición, con un enfoque en pequeños agricultores y mujeres agricultoras, así como cooperativas agrícolas y redes de agricultores. Reconociendo las necesidades en estas áreas, los gobiernos han comprometido la inversión pública al tiempo que fomenta el aumento de la inversión privada.

El conocimiento que ofrecemos en HSBC brinda una visión estratégica a nuestros clientes para invertir en innovación tecnológica con la intención de fortalecer sus procesos. Nuestra división especializada en el sector agroalimentario ha sido parte de la comunidad agrícola por más de 45 años a nivel global y en México tenemos procesos certificados por FIRA (Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura).

Nuestro compromiso de crear relaciones sólidas y duraderas con nuestros clientes nos permite ofrecer una oferta financiera exclusiva para productores y empresas dedicadas a la agricultura, ganadería, pesca, agroindustria. Con nuestro financiamiento ofrecemos una alternativa para mejorar los procesos de cada etapa de la cadena productiva y el resto de los servicios relacionados a esas actividades. Si estás interesado puedes acceder a https://www.hsbc.com.mx/ para conocer más sobre nuestras agrosoluciones.

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